El excampeón mundial, protagonista de la histórica ‘partida del siglo’, fallece en Moscú tras décadas de marcar el rumbo del ajedrez mundial

El ajedrez mundial está de luto. Boris Spassky, uno de los grandes genios que cambió para siempre la historia de este deporte, ha fallecido a los 88 años, según confirmó este jueves el director de la FIDE, Emil Sutovsky. Spassky, décimo campeón mundial de ajedrez, dejó una huella imborrable no solo por sus logros sobre el tablero, sino por haber sido uno de los principales actores en el ajedrez de la Guerra Fría, al enfrentar en 1972 al legendario Bobby Fischer en la recordada ‘partida del siglo’.

El duelo en Reikiavik no solo definió un campeón, sino que simbolizó una batalla cultural entre la Unión Soviética y Estados Unidos, donde el ajedrez era mucho más que un juego: era una herramienta de prestigio y poder. Spassky cedió su corona ante Fischer por 12,5 a 8,5, pero su deportividad al aplaudir a su rival tras la sexta partida quedó como símbolo de clase y respeto.

Una carrera brillante marcada por la historia

Spassky se coronó campeón mundial en 1969, convirtiéndose en el primer ajedrecista en ganar el título tras pasar por un arduo proceso de Torneo de Candidatos. Su juego, versátil y creativo, rompió con los esquemas rígidos de la escuela soviética y lo convirtió en un referente para las futuras generaciones.

Tras perder el título ante Fischer, Spassky nunca recuperó la corona, pero siguió compitiendo al máximo nivel, enfrentando a rivales como Anatoly Karpov, quien hoy le rindió homenaje:
“Spassky fue uno de mis ídolos y vencerlo en 1974 fue un hito en mi carrera. Su legado es imborrable”.

Spassky representó a Francia en tres Olimpiadas de ajedrez en los años 80 y era habitual verlo jugando partidas al aire libre en los Jardines de Luxemburgo en París. Con el paso de los años y el deterioro de su salud, decidió regresar a Moscú en 2012, donde pasó sus últimos años.

Un ícono que trasciende el tablero

El presidente de la Federación Rusa de Ajedrez, Andrei Filatov, lo definió como:
“Una personalidad única cuya partida deja un vacío gigantesco en el mundo del ajedrez”.

Spassky no solo fue un maestro del tablero, sino un gran contador de historias, con un carisma especial que lo hizo admirado tanto dentro como fuera de la comunidad ajedrecística. Su vida y carrera son una lección de genialidad, deportividad y amor por el juego.

Con la muerte de Boris Spassky, el ajedrez pierde a uno de sus últimos grandes titanes, un jugador que supo brillar en la época dorada, enfrentando a los nombres más grandes de la historia. Su legado seguirá vivo en cada partida que jueguen las nuevas generaciones, inspiradas por su talento, elegancia y carácter.


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